Me llevó un tiempo entender que, cuando los asturianos gritan, no están enfadados. Solo están hablando. Un tiempo un poco más largo fue necesario para empezar a usar sus palabras sin sentirme disfrazada, sin sentir que le faltaba el respeto a su lengua. No recuerdo cuándo empezó, pero un día ya no decía que algo me gustaba mucho, sino que me prestaba.
Me acostumbré a vivir en una tierra donde la lluvia tiene tantos matices como el azul del mar. Los primeros meses pensé que me saldrían escamas en el cuerpo con tanta agua. Pero cuando entendí que un orbayu no cancela ningún plan (y menos si ese plan es con tus amigas del norte), entonces no necesité nada más.
Aprendí también que, cuando un asturiano te dice “calla, oh”, no te lo dice para silenciarte, sino para decirte que no puede creer lo que le estás contando. En Asturias, un “¡meca!” no asusta, porque casi siempre es una forma de decir: “¡anda ya!”, y donde el “ye” suena más auténtico que cualquier “es”.
Tuve que aprender a leer miradas: esa media ceja levantada cuando me escuchaban el acento argentino. Porque sí… te miran de costado si sos foriatu. Pero también te invitan a un culín sin preguntar demasiado. Y con el tiempo, entendí que eso no es desconfianza: es una forma de cuidar lo suyo. Porque, si te van a abrir la puerta, entonces te la abren de par en par.
Rápidamente, los de fuera aprendemos a identificar sus exabruptos (para estar prevenidos): ye un fatu, en tu mantu, gochu, repunante (este último, sin “g”, es un quisquilloso insoportable).
Y después de eso, ¿cómo hacen para mostrarte toda su ternura escondida?
Muy fácil: con sus diminutivos. La tierrina, los güelitos, la bolsina, les cosines… y así te alegran el día.
¿Soy una foriata?
Sí. Pero con ventaja. Porque Asturias no se conquista: se gana con paciencia, con oído atento y con respeto. Y un día, sin darte cuenta, estás usando sus palabras, defendiendo su mar, y sintiendo que ese verde también te pertenece (aunque ahora vivas en Madrid y seas una “subpajariana”).
Gracias, Asturias, por esos cinco años increíbles.