El presidente valora la utilidad, el trabajo bien hecho y la vocación discreta del Consejo Consultivo como máximo órgano de asesoramiento jurídico del Principado y las entidades locales

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El presidente del Principado, Adrián Barbón, ha valorado hoy la utilidad, el trabajo bien hecho y la vocación discreta del Consejo Consultivo como máximo órgano de asesoramiento jurídico de la Administración autonómica. “Cuando la conversación pública está distorsionada por el ruido y la crispación, se agradece encontrar remansos de reflexión”, ha señalado.

Barbón ha participado esta mañana en la toma de posesión de los nuevos vocales del órgano: Elena Díaz, María Yovana Menéndez, Jesús Enrique Iglesias, Pablo Baquero e Iván de Santiago, a quienes ha agradecido su compromiso y les ha ofrecido toda la colaboración del Ejecutivo para que puedan desempeñar sus funciones “con plenitud”, de modo que el Consejo Consultivo, que recientemente ha celebrado su vigésimo aniversario, “siga sumando años, trabajo y prestigio en bien de la institución, de Asturias y de la democracia misma”.

En este sentido, ha hecho un llamamiento a defender las instituciones frente a quienes se dedican a degradarlas: “Las personas demócratas compartimos la obligación de cuidar las instituciones. Una de las mejores maneras de hacerlo es ejercer bien nuestra labor, con el mayor acierto posible y sin perder jamás de vista la utilidad de lo que hacemos, nuestra contribución al bien común”.

La Ley del Principado de Asturias 1/2004, de 21 de octubre, establece que el Consejo Consultivo es el órgano superior de consulta de la comunidad autónoma y que la designación de sus cinco miembros se realiza por una doble vía: tres a propuesta del Consejo de Gobierno y dos por parte de la Junta General. Todos ellos han de ser juristas de reconocido prestigio, con más de diez años de experiencia profesional efectiva. El Gobierno de Asturias aprobó el martes, en una reunión telemática, el nombramiento de los tres que le corresponden: Elena Díaz García, María Yovana Menéndez García y Jesús Enrique Iglesias.

 

Toma de posesión de los nuevos vocales del Consejo Consultivo

Mis primeras palabras son una declaración de reconocimiento con nombres propios. Gracias por el trabajo realizado a Isabel González, Dorinda García y, de modo especial, a Begoña Sesma, quien ha tenido la responsabilidad de presidir el Consejo Consultivo durante los últimos seis años. A todas vosotras, gracias por vuestra dedicación y buen desempeño.

La renovación de una institución siempre es una ocasión adecuada para compartir algunas ideas. El Consejo Consultivo celebró sus primeros 20 años hace unos meses. Para los tiempos casi geológicos en los que se suele medir la existencia de las instituciones, hablamos de un lapso mínimo. A estos efectos, el Consultivo es de una juventud insultante.

Con esa premisa por delante, podemos arriesgarnos con algunas impresiones.

Por ejemplo, ya desde sus primeros pasos, el Consultivo ha acreditado una vocación discreta, con el protagonismo justo. Se ha expresado con frecuencia, pero lo ha hecho siempre a través de sus dictámenes, de concienzuda talla jurídica. Cuando la conversación pública está distorsionada por el ruido y la crispación, se agradece encontrar remansos de reflexión.

En esas dos décadas, ha demostrado también su utilidad como órgano de alto asesoramiento jurídico de la Administración del Principado y las entidades locales. Si su opinión no es vinculante a efectos legales, sí es muy tenida en cuenta a efectos prácticos. El Consejo Consultivo ha sabido ganarse el respeto a fuerza de trabajo bien hecho.

Voy con una tercera conclusión. Al igual que la Sindicatura de Cuentas, el Consultivo es un órgano estatutario. Con el Consejo de Estado como referencia, forma parte de la arquitectura institucional de nuestra comunidad. Es, por lo tanto, un fruto positivo más del Estado autonómico. Con muchísima frecuencia encontramos críticas a las imperfecciones e ineficiencias del modelo de Estado. Sin embargo, poquísimas veces se subrayan sus logros, tan evidentes en la sanidad, la educación o las comunicaciones. Permitan que aproveche esta oportunidad para defender el desarrollo del Estado autonómico, y no como un apriorismo, sino por sus buenos resultados para la ciudadanía.

En último lugar, añado un comentario sobre el proceso de elección. Como saben, responde a un doble origen que vincula al legislativo y al Ejecutivo: dos vocalías son nombradas por la Junta General y tres por el gobierno. Pues, en estos tiempos en los que el bloqueo se ha convertido en la norma, en Asturias hemos vuelto a demostrar que el consenso es posible. Esforcémonos para que esa seña siga distinguiéndonos, para que Asturias continúe siendo un refugio de sensatez, diálogo y entendimiento, de política útil.

También cabe una reflexión más general. Quienes ejercemos alguna responsabilidad pública en un sistema democrático tenemos el deber de defender las instituciones. Por desgracia, sobran quienes se dedican a degradarlas, cuando no a destrozarlas. Si no hay democracia sin derechos y libertades individuales, tampoco es posible hablar de buena democracia sin pesos y contrapesos, como razonaba Tocqueville, o, lo que es lo mismo, sin instituciones fuertes, arraigadas y respetadas.

He utilizado el verbo defender con toda la intención porque las instituciones no sobreviven solas. Allí donde medra el totalitarismo o el populismo mesiánico dejan de existir o se convierten en cascarones huecos. Para atacarlas sirve cualquier pretexto, desde el ahorro económico hasta la discrepancia ideológica.

No hablo de amenazas hipotéticas, sino de realidades. Creo que no hace falta que cite casos concretos de países en los que las elecciones son una farsa o el poder Ejecutivo utiliza todos los recursos a su alcance para dedicarse a un desenfrenado desguace institucional. A todos se nos vendrán a la cabeza ejemplos por toda la geografía mundial.

Por eso, insisto, las personas demócratas compartimos la obligación de cuidar las instituciones. Una de las mejores maneras de hacerlo es ejercer bien nuestra labor, con el mayor acierto posible y sin perder jamás de vista la utilidad de lo que hacemos, nuestra contribución al bien común.

Si antes tuve palabras de agradecimiento, ahora tocan de bienvenida para Elena Díaz, María Yovana, Jesús Iglesias, Pablo Baquero e Iván de Santiago. Ya os estrenéis o ya repitáis en el cargo, todos asumís una responsabilidad muy importante. Os ofrezco todo el apoyo y la colaboración de mi gobierno para que podáis desempeñarla con plenitud, para que el Consejo Consultivo siga sumando años, trabajo y prestigio en bien de la institución, de Asturias y de la democracia misma.

Muchas gracias por vuestro compromiso.

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