El Gobierno de Asturias abrirá el nuevo centro de crisis el 18 de diciembre, con más personal y recursos, para reforzar la lucha contra la violencia machista

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El Gobierno de Asturias reafirma su compromiso con la erradicación de la violencia de género con la apertura, el próximo 18 de diciembre, del nuevo Centro de Crisis para Víctimas de Agresiones Sexuales, ubicado en el barrio de La Corredoria, en Oviedo/Uviéu.

La vicepresidenta del Principado, Gimena Llamedo, ha realizado este anuncio en el acto institucional de conmemoración del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, celebrado en A Caridá (El Franco). Durante su intervención, también ha indicado que el presupuesto autonómico para 2025 reforzará este equipamiento con un grupo adicional de especialistas, formado por una psicóloga, una abogada y una trabajadora social, y con servicios innovadores, como terapias grupales, acompañamiento en itinerarios de inserción social y programas de sensibilización y formación.

El centro de crisis, que hoy cumple cuatro años, ha atendido desde entonces a 1.122 personas, de las que 767 fueron víctimas de violencia machista. “La violencia machista es un problema estructural que debemos abordar desde todos los frentes: atención, prevención y educación”, ha apuntado la vicepresidenta.

Gimena Llamedo también ha puesto en valor los avances logrados en las últimas dos décadas, desde la aprobación de la Ley Orgánica de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, así como los recursos con los que cuenta el Principado para atender a las víctimas: desde la Red de Casas de Acogida, con la Casa Malva como buque insignia, a la de los Centros Asesores de la Mujer.

Igualmente, ha enfatizado la importancia de la prevención. En este sentido, ha recordado que el programa Coeducastur llegará este curso a 50 centros educativos asturianos. También ha valorado el compromiso del Principado con la erradicación de la trata y la prostitución, que contará próximamente con una nueva estrategia basada en un estudio especializado.

Asturias sigue liderando iniciativas pioneras en la lucha contra la violencia de género, un compromiso que la vicepresidenta ha resumido en una máxima: “El futuro de Asturias será feminista o no será”.

 

 

 

El patriarcado nos quiere calladas, obedientes, sumisas. Pero aquí estamos, un año más, en torno a este acto del 25 de noviembre, para denunciar las violencias machistas, para poner voz a las que no la tienen y proclamar las veces que haga falta: ni una más, ni una menos. También para mantener viva y presente la memoria de las víctimas de la violencia de género.

Porque hoy no estamos todas. Hoy faltan 1.286 mujeres asesinadas en España a manos de sus parejas o exparejas. Hoy nos faltan 29 vecinas asturianas que forman parte de ese vil registro que, como una herida condenada a la infección perpetua, no hemos conseguido hacer desaparecer.

Hoy, amigas, falta Ana Orantes, esa mujer, emblema de la dignidad, que tan bien han homenajeado las compañeras de Alevosía Teatro. Ana rompió con valentía un silencio atronador, que sacó del letargo a la sociedad española y cuyo eco resuena en todas nosotras 20 años después: las que fueron, las que estamos, las que vendrán, todas somos Ana Orantes.

Con su ejemplo pasamos del silencio a la palabra. Ana Orantes enfrentó el mandato patriarcal por excelencia, esa arcaica pretensión por callar a las mujeres, y lo pagó con la vida. Tuvo que morir, morir asesinada, para contarlo; tuvo que morir para que la escucharan.

Pero la potencia de su voz abrió la puerta a los cambios que llegarían pocos años después, primero con la reforma del Código Penal, y más tarde con la aprobación de la Ley de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género de 2004, una norma que ha supuesto un punto de inflexión en nuestro país.
 
20 años parece un buen momento para echar la vista atrás. En estas dos décadas desde la aprobación de la ley integral hemos protagonizado avances indudables. Hemos logrado crear una red de asesoramiento y atención a las víctimas y remover las aguas estancadas para salir de esa ciénaga que nos aprisionaba en los conceptos de crimen pasional o doméstico. Nos hemos atrevido como sociedad a enfrentar la violencia estructural sobre las mujeres y a visibilizar la repulsa pública a través de concentraciones, actos institucionales y actividades de colectivos feministas. Las calles gritan en una rotunda ruptura del silencio.
 
Son logros colectivos que encierran el trabajo de muchas mujeres, como Mariví Monteserín, que hicieron posible la incorporación en la agenda política de las medidas de prevención, protección y reparación de las víctimas. Es de justicia reconocer su trabajo, siempre empujadas por el movimiento asociativo feminista, que ha estado y estará en la vanguardia de la defensa de los derechos y la lucha contra la violencia machista.

Mariví, nuestra alcaldesa de Avilés, fue ponente de esta ley que hoy consideramos un gran logro social, pero que en su día tuvo que enfrentar la emboscada de la obstinación patriarcal. Aunque fue aprobada por unanimidad en el Congreso de los Diputados, pasó cuatro años en el Tribunal Constitucional, donde se presentaron 180 recursos. Fue una de las leyes más recurridas en la historia de la democracia. Los barros pegajosos de la violencia doméstica ponían en cuestión las resoluciones de la propia Organización de las Naciones Unidas.

La periodista y escritora Susan Faludi ya advertía a comienzos de los años 90 de que el reconocimiento de derechos y libertades de las mujeres iba siempre acompañado de una reacción patriarcal. Y recordaba que cualquier progreso puede ser reversible. Las mujeres asturianas sabemos bien que los avances sociales se luchan y, una vez  conseguidos,  se  defienden.  Nunca  tendremos  palabras suficientes para homenajear a La Tertulia de les Comadres y las Mujeres de Barredos, que en 2014 impulsaron el Tren de la Libertad, la locomotora que frenó la reforma del aborto.

Ante este clamor social, la última reacción patriarcal trae consigo una corriente negacionista que pretende ningunear nuestro propio relato vital y castigar a quienes denuncian y luchan contra las violencias machistas. Tratan de callar nuestras voces de nuevo, pero el silencio se ha roto para siempre.

En estos 20 años hemos aprendido que una ley no basta.

Que las medidas de protección no impiden los mezquinos asesinatos machistas.
 
Que no podemos hacer responsables a las víctimas que no denuncian mientras su entorno desoye la situación.

Que necesitamos revisar la respuesta judicial y policial que ha hecho perder la confianza de las mujeres cuando su palabra se convierte en sospechosa o la hace víctima de la deshonra social.

Necesitamos a toda la sociedad, porque mirar hacia otro lado nos hace cómplices. El pacto de silencio se apoya en la indiferencia de la mayoría y alienta la impunidad. Y ya es hora de que la vergüenza cambie de bando.
 
Reivindicamos el compromiso de toda la sociedad porque, como habréis escuchado en muchas ocasiones al Gobierno de Asturias, los valores feministas han de ser patrimonio común de las personas demócratas. Nuestro compromiso sigue siendo el mismo: impulsaremos las iniciativas que sean necesarias para combatir el machismo y las nuevas violencias digitales; para que todas las mujeres se sientan libres y seguras: el futuro de Asturias será feminista o no será.

En el Principado queremos seguir siendo pioneras como lo fuimos con la creación de la Casa Malva, un recurso para que las víctimas puedan salir de la espiral de la violencia.

O con el Centro de Crisis para Víctimas de Agresiones Sexuales, que cumple ahora cuatro años de servicio, en los que ha prestado atención a 1.122 personas, de las que 767 fueron víctimas de algún tipo de violencia machista y el resto, familiares o personas allegadas. La violencia sexual comienza a salir de la sombra donde ha habitado oculta y normalizada por el mandato patriarcal. No sabemos hasta dónde llegan sus cimientos, pero en este tiempo de trabajo se han superado todas las estimaciones previstas. Nos toca responder y por ello las puertas del nuevo centro se abrirán el 18 de diciembre.

Quiero anunciar aquí, en este acto que también mira al futuro, que el proyecto de presupuesto de 2025 incluye un refuerzo para el Centro de Crisis, que es referente dentro y fuera de España. Incorporaremos un nuevo equipo, formado por una psicóloga, una abogada y una trabajadora social. Y también ofreceremos nuevos servicios, como el acompañamiento para establecer itinerarios de inserción social, terapias de grupo y también sensibilización y formación.

Tened claro que seguiremos reforzando todos nuestros recursos y desde diferentes ámbitos:

•    Los Centros Asesores de la mujer, esa red formada por 18 centros a la que destinamos este año 1,2 millones de euros y que son un recurso fundamental para el medio rural.

•    Avanzaremos con paso decidido hacia otro de nuestros firmes objetivos: la erradicación de la trata y la prostitución. En unas semanas presentaremos el estudio que servirá de base para esa estrategia que tanto nos ocupa y nos preocupa.

•    Este curso incorporaremos 50 centros de primaria al programa COEDUCASTUR, porque la base para prevenir la violencia está en las aulas y desde las etapas más tempranas. Educar en igualdad es el primer paso para conseguir una sociedad justa e igualitaria.

•    También queremos seguir avanzando en la inserción laboral de las víctimas de la mano del Sepepa, que ha logrado en solo un año la incorporación al mercado laboral de 1.238 víctimas. De  ellas, 8 de cada 10 son españolas y casi el 70 % tienen formación universitaria.

Porque la violencia de género no distingue de edad, clase social ni formación: afecta incluso a quienes creemos más protegidas. Ninguna mujer, por preparada o fuerte que sea está completamente a salvo, porque el machismo no discrimina.
 
Hoy no somos las mismas que en 2004. Sabemos que la desigualdad es el caldo de cultivo de una violencia que no solo mata. Una violencia que golpea, anula, viola, ningunea, invisibiliza y acosa. Una violencia que se ensaña con las mujeres que alzan la voz, que como Ana Orantes se atreven a romper el mandato del silencio.

No somos las mismas. Somos más y no vamos a detenernos. Porque fueron, somos y, sin ninguna duda, serán.

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