El presidente del Principado ha resaltado hoy que el primer año de servicio de la variante ferroviaria de Pajares ha superado todas las expectativas. “Ni los cálculos más optimistas avanzaban que en doce meses alcanzaríamos el millón de pasajeros, que el porcentaje de ocupación de los trenes alcanzaría el 97% o que la media de viajeros se elevaría a 2.800 personas”, ha valorado.
Adrián Barbón ha cerrado esta tarde el acto conmemorativo del primer aniversario de la infraestructura, que comenzó a prestar servicio el 29 de noviembre de 2023, después de 18 años de obras y cerca de 4.000 millones de inversión.
Durante su intervención, ha insistido en que la llegada de la alta velocidad “ha convertido lo excepcional en cotidiano”, al tiempo que ha favorecido el crecimiento turístico de la comunidad más allá de la temporada alta, junto con el empuje añadido de la cartelera de vuelos. “Asturias está cruzando la soñada meta de la desetacionalización”, ha destacado.
Además, ha instado a las empresas aprovechar las ventajas competitivas que ofrece el tráfico de mercancías a través del ferrocarril, un medio de transporte “sostenible, eficaz y rápido”. “Sabemos que la variante equivale a la clave de bóveda para el desarrollo del corredor atlántico en Asturias y para sacar el máximo rendimiento al potencial de nuestros puertos”, ha indicado.
Acto conmemorativo del primer aniversario de la entrada en servicio de la variante de Pajares
Mañana se cumplirá el primer año del gran viaje. El 29 de noviembre de 2023 quedó abierta al tráfico la variante ferroviaria de Pajares. Fue un hito excepcional en la mejora de las comunicaciones de Asturias.
Los avatares de la obra, la más demandada de la historia reciente del Principado, son de sobra conocidos. Para quedarnos con un dato revelador, pensemos que hay quienes nacieron y alcanzaron la mayoría de edad sin haber visto finalizados los trabajos.
Sometida a racaneos presupuestarios, problemas técnicos, complejidades geológicas y hasta caprichos personales, parecía condenada a convertirse en una infraestructura sin fin. Es buen momento para citar con agradecimiento a quienes siempre creyeron en ella, como Alejandro Rebollo, que hoy da nombre a uno de los túneles.
Recuerdo bien la jornada inaugural. La alegría del rey, del presidente del gobierno, del ministro de Transportes, de todas las personas que tuvimos el honor de participar. También recuerdo con viveza las sensaciones: una mezcla de euforia, de satisfacción por haber acabado con una espera eterna, y de ansiedad contenida. Los colosales túneles ya estaban dispuestos para recibir trenes; faltaba comprobar si también servirían para el paso de las esperanzas, de todas las expectativas puestas en la conexión con la alta velocidad ferroviaria.
Eso prometía el gran viaje. Impresiona recorrer más de 24 kilómetros bajo la cordillera cantábrica con tanta rapidez, todo un éxito de la ingeniería. Sorprende bajar al andén en Madrid después de poco más de tres horas de viaje. Pero todos sabíamos que la variante, con sus 4.000 millones de inversión, no se justificaba sólo por su prodigio técnico, sino también por su capacidad para enterrar el complejo secular de aislamiento de Asturias, para contribuir al auge económico del Principado y de todo el Noroeste peninsular. Era una infraestructura de justicia, de cohesión social y territorial, y también una plataforma de desarrollo. Por eso elegimos el 29 de noviembre como fecha simbólica de arranque de la década del cambio.
Hoy podemos dar respuesta a aquellas inquietudes. Si afirmo que el balance es positivo me quedo corto, porque ha superado todas las estimaciones. Ni los cálculos más optimistas avanzaban que en doce meses alcanzaríamos el millón de pasajeros, que el porcentaje de ocupación de los trenes alcanzaría el 97% o que la media de viajeros se elevaría a 2.800 personas. Son números excepcionales, y es que la variante ha convertido lo excepcional en cotidiano.
Suelo ser contenido. Acostumbro a reconocer los problemas y mentiría si negase que en este período también ha habido incidentes. Pero la contraposición de pros y contras resulta tan descompensada que, por una vez, permítanme centrarme en lo más relevante, en la constatación de que todas las ilusiones estaban justificadas. El impacto beneficioso de la variante es abrumador.
El impulso turístico es el ejemplo más obvio. Durante lustros, la concentración de la demanda durante la temporada alta –y, en especial, en el verano- operaba como una especie de camisa de fuerza para el sector. Lo constreñía en el tiempo y lo limitaba en el espacio: pocas semanas y pocos concejos. Hoy podemos afirmar, con datos fehacientes, que si la alta velocidad ha acabado con una barrera física también se ha impuesto a las fronteras temporales. Los índices más altos de crecimiento turístico se están registrando fuera de temporada. Con el empuje añadido de la cartelera de vuelos, Asturias está cruzando la soñada meta de la desestacionalización.
La complacencia es muy mala compañía. El consejero de Fomento -Alejandro Calvo merece que reconozca su empeño- sabe que mi gobierno frecuenta otras amistades, como la del inconformismo. Echen la cuenta de todas las mejoras que se han sucedido desde la jornada inaugural. Mejores trenes, más billetes, más frecuencias. La trilogía del AVE, el Alvia y el Avlo define la oferta ferroviaria entre Asturias y la Meseta.
Y lo que queda, porque así continuaremos. Sabemos que la variante equivale a la clave de bóveda para el desarrollo del corredor atlántico en Asturias y para sacar el máximo rendimiento al potencial de nuestros puertos, gracias a la versatilidad que ofrece para el tráfico mixto, de viajeros y mercancías.
Por cierto, otro hecho que hemos incorporado a la normalidad, como si durante mucho tiempo no hubiésemos corrido el riesgo de que la variante se hubiese puesto sólo en servicio para viajeros. Imaginemos por un instante que ahora todas las empresas siguieran obligadas a enviar su producción por la rampa de Pajares. Esa decisión sí que hubiera supuesto un corsé de hierro para el dinamismo económico del Principado.
Ya me habrán oído hablar de Asturias como polo logístico del Cantábrico. Esa es otra estación obligada en el itinerario de la alta velocidad. En España, el ferrocarril tiene una cuota baja en el transporte de mercancías. Pese a ello, nuestra comunidad es un referente gracias a las empresas que trasladan directamente de la fábrica al tren sus producciones hacia la Meseta.
Tenemos que conseguir que todo el tejido productivo, tanto el ya localizado en el Principado como el que esté interesado en invertir en Asturias, pueda recurrir a este medio -sostenible, eficaz y rápido- para transportar sus mercancías con independencia de que pesen toneladas o unos pocos kilos. Esa es una ventaja diferencial que hemos de aprovechar. Por eso es tan relevante la estación intermodal de Zalia, que debe convertirse en pieza estratégica del corredor atlántico, esa infraestructura angular para que el Noroeste participe en pie de igualdad en la vertebración de España.
Mañana se cumplirá un año del fin de una obra de titanes. Entonces comenzó la partida hacia la década del cambio. Durante estos meses, la acogida ha sido espectacular, pero el gran viaje apenas ha cumplido sus primeras etapas. Podemos asegurar que hemos dejado atrás para siempre una época, la de la Asturias recluida en su complejo de aislamiento, y ahora nos toca alzar la vista hacia el porvenir. Porque desde la variante ya se divisa otro tiempo, la nueva frontera del mejor futuro de Asturias.